PARADIGMA EN ECONOMÍA: Del pensamiento clásico al keynesiano

Un paradigma económico que ilustra bien la teoría de Kuhn es la transición del pensamiento clásico al keynesiano. Durante el siglo XIX y principios del XX, dominaba la economía clásica, que postulaba la autorregulación de los mercados y consideraba el desempleo un fenómeno temporal, corregible mediante ajustes en salarios y precios.

Sin embargo, la Gran Depresión de 1929 trajo anomalías que este enfoque no podía explicar: el desempleo persistente y la incapacidad del mercado para recuperar el equilibrio por sí solo. El colapso del mercado de valores en octubre de 1929 provocó una caída abrupta de la producción industrial, la paralización de la inversión privada y un desempleo sin precedentes. En Estados Unidos, por ejemplo, la tasa de desempleo superó el 25 % en 1933. Siguiendo las recetas clásicas, los gobiernos redujeron el gasto público para equilibrar los presupuestos, lo que agravó la crisis en lugar de solucionarla.

Fue en este contexto que John Maynard Keynes desarrolló su teoría revolucionaria. En La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero (1936), argumentó que la demanda agregada es el motor de la economía y que, en tiempos de crisis, el Estado debía intervenir mediante el gasto público y una política fiscal expansiva para estimular el empleo y la producción. Esta idea rompió con la ortodoxia clásica al demostrar que los mercados no siempre se autorregulan eficazmente y que la intervención gubernamental podía ser clave para la estabilidad económica.

El éxito de las políticas keynesianas, especialmente con el New Deal de Franklin D. Roosevelt en EE.UU. y la posterior expansión económica tras la Segunda Guerra Mundial, consolidó este nuevo paradigma. Así, la Gran Depresión no solo evidenció las limitaciones del pensamiento clásico, sino que también propició una revolución teórica que llevó al dominio del keynesianismo en las décadas siguientes.

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